conocÉ nuestrosFundamentos Monetarios


El dinero es una tecnología social que, lejos de surgir espontáneamente del trueque, es creado deliberadamente por grupos sociales con una organización política preexistente en la búsqueda de un objetivo determinado. Los registros históricos demuestran que los orígenes del dinero se remontan a épocas donde las economías de mercado todavía no existían (Graeber, 2011). En particular, las primeras formas de dinero se introdujeron en Mesopotamia 2.000 años antes de que las primeras monedas fueran acuñadas. Por lo tanto, si las primeras formas de dinero eran tales que no podían utilizarse para realizar intercambios, ¿para qué se utilizaban?

El principio

Hay evidencia de que las sociedades primitivas usaban el dinero tanto como una forma de medir el tamaño de la deuda que cada miembro de la comunidad tenía que pagar a los dioses (y a sus representantes en la Tierra), como una medida para establecer las sanciones que había que pagar por los daños y perjuicios a la comunidad o a miembros de esta (Ingham, 2004). Posteriormente, los imperios del mundo antiguo usaron el dinero para llevar un registro de los bienes producidos y acumulados. En Mesopotamia, por ejemplo, los impuestos se fijaban en un “dinero de cuenta” y se pagaban en cebada. Así, el dinero fue creado originalmente por las comunidades para facilitar su organización política y económica.

Tecnología Social

Ninguna sociedad razonablemente organizada puede prescindir de herramientas que realicen estas dos funciones, a saber, una forma de medir lo que se produce, intercambia y debe, y una forma de pagar todas estas transacciones. Sin embargo, la lección importante que debemos aprender de la evolución histórica del dinero es que lo que sea que usamos para hacer pagos (ya sea de deudas o de bienes y servicios) no necesita ser, simultáneamente, lo que usamos para medir el valor de estos pagos.

Amato y Fantacci (2011) dicen al respecto que:

“Cuando pido un metro de material, quiero un trozo de tela de un metro de largo, no un metro de tela. Lo mismo puede decirse de la economía, y aún en mayor medida. El dinero en términos del cual se denomina la deuda no es necesariamente el dinero en el cual debe ser pagada. Para cumplir su función indispensable de herramienta para el bienestar público, el dinero sólo requiere que la relación entre las dos funciones anteriormente mencionadas (ser unidad de medida y medio cambio/pago) se establezca públicamente y a su debido tiempo”. (traducción propia)

Tratado sobre el dinero

El propio John Maynard Keynes lo dejó claro en su Tratado sobre el dinero (Keynes, 1930/1971), en el que afirmaba que: “Quizás podamos dilucidar la distinción entre dinero y dinero de cuenta diciendo que el dinero de cuenta es la descripción o título y el dinero es lo que responde a la descripción. Ahora bien, si la misma cosa siempre respondiera a la misma descripción, la distinción no tendría ningún interés práctico. Pero si la cosa puede cambiar, mientras que la descripción sigue siendo la misma, entonces la distinción puede ser muy significativa. La diferencia es similar a la diferencia entre el rey de Inglaterra (quienquiera que sea) y el Rey Jorge. Un contrato para pagar de aquí a diez años una cantidad de oro igual al peso del rey de Inglaterra no es lo mismo que un contrato para pagar una cantidad de oro igual al peso del individuo que ahora es el Rey Jorge. Es el Estado quien debe declarar, cuando llegue el momento, quién es el rey de Inglaterra”. (pp. 3-4, cursiva en el original, traducción propia)

el dinero comoMedio de Cambio




Un dinero que definitiva e institucionalmente combine estas dos funciones -unidad de cuenta y medio de cambio- se convierte necesariamente en una reserva de valor. Por reserva de valor nos referimos a la posibilidad de atesorar una cosa con la certeza institucionalmente garantizada de que conservará su valor en términos de la unidad de cuenta. No llama la atención que la teoría monetaria hegemónica sostenga que esta es una función esencial que el dinero debe realizar. Esta transferibilidad intertemporal sin costo alguno implica que el dinero como reserva de valor sea la forma absoluta de cada activo e instrumento de crédito.

Supongamos que una autoridad soberana tiene la capacidad de determinar la relación entre la unidad de cuenta—por ejemplo, el dólar—y el medio de cambio—por ejemplo, rectángulos de papel. Que los papeles sean usados extensivamente o no como unidad de cuenta -es decir, como herramienta para denominar los precios de bienes y contratos- dependerá de las decisiones que la autoridad tome. Si la autoridad dispone que la relación entre el dólar y los rectángulos de papel se mantenga constante a lo largo del tiempo, entonces la distinción entre dólar y papel es poco relevante y los papeles se convierten efectivamente en una reserva de valor útil para sus poseedores. En cambio, si la autoridad dispone que la relación cambie periódicamente, los papeles se volverían poco útiles como unidad de cuenta, si bien podrían seguir funcionando como medio de cambio. Claramente no serían reserva de valor.

Así pues, aunque la mayoría de los libros de texto de economía afirman que el dinero debe ser cumplir la función de reserva de valor, la propia naturaleza e historia del dinero sugieren lo contrario. El dinero no fue inventado para ser utilizado como reserva de valor. El dinero como reserva de valor sólo surge en el caso específico en el que a una sola cosa se le asignan simultáneamente las funciones de unidad de cuenta y medio de cambio. Esta forma de dinero es, sin embargo, autodestructiva: un dinero que funcione como reserva de valor probablemente no pueda desempeñar exitosamente su función de medio de cambio. Esto se debe a que si existe la certeza institucional de que el dinero preservará su valor a lo largo del tiempo, habrá incentivos para atesorarlo, sacándolo de circulación. Si se dispone de menos dinero para actuar como medio para el intercambio de bienes y servicios, se pueden llevar a cabo menos transacciones.

Si el dinero reserva-de-valor es un activo, tiene entonces, por definición, un precio. El precio del dinero es la tasa de interés. Aparte de suponer un costo para aquellos que necesitan crédito, la existencia de una tasa de interés implica que el precio del dinero puede cambiar, lo que obstaculiza el desempeño de la función de unidad de cuenta que la sociedad necesita del dinero. Si el precio del dinero de cuenta cambia continuamente, lo mismo ocurrirá con los precios de los bienes que la unidad de cuenta mide. Un metro es un buen estándar para medir longitudes porque es invariable. Eso no ocurre con el dinero de cuenta contemporáneo porque a lo que se ha elegido para realizar esa función se la ha asignado al mismo tiempo un precio variable.


Hay una alternativa




Para explotar plenamente la capacidad de las comunidades para producir y satisfacer sus necesidades, se necesitan formas de dinero distintas a las preponderantes. La disociación de las funciones de unidad de cuenta y medio de cambio sería un buen punto de partida—cada una de estas funciones debería ser desempeñada por cosas distintas. Otro paso útil sería la introducción de incentivos para hacer que el dinero como medio de cambio circule rápidamente. En países con inflación relativamente alta y persistente, este solo hecho conduce a que la gente intente deshacerse del dinero. Pero la inflación no es en absoluto una estrategia posible para que el dinero circule más rápido, dados los perjuicios que suele generar en el bienestar de las comunidades. Por su parte, en los países con estabilidad de precios, la oxidación puede ser una opción interesante. La oxidación fue propuesta por el economista germano-argentino Silvio Gesell y consiste en un mecanismo por el cual la cosa que se use como medio de cambio pierde su poder adquisitivo a lo largo del tiempo a través de un interés negativo o un impuesto (Louge, 2015). Un ejemplo histórico célebre es el de la ciudad austríaca de Wörgl en 1932, donde tras lanzar una moneda sujeta a un 1% de oxidación mensual, se logró rápidamente estimular la economía local, incrementar el nivel de empleo y revertir el estado caótico de las finanzas públicas (ver Ragonesi y Vacarezza, 2015). Las teorías monetarias de Gesell fueron tan deslumbrantes para Keynes que afirmó en su Teoría general del empleo, el interés y el dinero que “el futuro aprenderá más del espíritu de Gesell que del de Marx” (Keynes, 1936; traducción propia).

Las monedas de crédito mutuo se basan en la idea de Silvio Gesell de que el único propósito del dinero debe ser permitir a las comunidades aprovechar al máximo sus capacidades productivas, facilitando el intercambio de bienes de una manera segura, rápida y económica. Siempre que se utiliza el dinero como medio de ahorro y no como medio de cambio, tiende a ser retirado de la circulación y su escasez resulta ser un obstáculo para el intercambio recíproco de riqueza. Este es el caso del dinero tal como lo conocemos. Los productos no pueden venderse y se acumulan involuntariamente, la capacidad ociosa crece, la producción se detiene y aumenta el desempleo. Gesell, por lo tanto, sugirió un tipo de moneda cuya circulación debería ser obligatoria o al menos fuertemente estimulada, por ejemplo, mediante la oxidación. Otra forma de generar este incentivo son los sistemas de crédito mutuo.

Las monedas basadas en crédito mutuo forman parte del universo de las llamadas complementarias. En términos generales, las monedas complementarias son acuerdos entre los miembros de una comunidad para aceptar como medio de cambio una moneda que no es de curso legal. Sirven para facilitar transacciones y actividades económicas que, bajo el sistema financiero tradicional, no pueden llevarse a cabo. Se estima que existen más de 5.000 monedas complementarias en todo el mundo (Blanc, 2015). Un caso de uso interesante de los sistemas de crédito mutuo es Sardex, un sistema diseñado para empresas italianas de la región de Cerdeña lanzado en 2010 (ver Sartori y Dini, 2016).

Bibliografia


Amato, M., & Fantacci, L. (2013). The End of Finance. John Wiley & Sons.

Graeber, D. (2011). Debt: The First 5,000 Years. New York: Melville House.

Ingham, G. (2004). The nature of money. Economic Sociology: European Electronic Newsletter, 5(2), pp. 18-28.

Keynes, J. M. (1971). A Treatise on Money: V. 1: The Pure Theory of Money. Nueva York: Macmillan & St. Martin’s Press for the Royal Economic Society.

Keynes, J. M. (2016). General Theory of Employment, Interest and Money. Atlantic Publishers & Dist.

Louge, C. F. (2015). Keynes & Gesell: ¿Nuevo paradigma? Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Errepar.

Ragonesi, C. A. & Vacarezza, J. C. (2015). Económicamente incorrecto: Silvio Gesell, su teoría monetaria, su legado intelectual y nuestra realidad contemporánea. Buenos Aires: Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Sartori, L., & Dini, P. (2016). From complementary currency to institution: a micro-macro study of the Sardex mutual credit system. Stato e mercato, 36(2), pp. 273-304.

Comunicate con nosotrosEnvianos tu mensaje